En el ámbito deportivo, existen dos tipos de agentes: aquellos que se vinculan con atletas ya desarrollados y aquellos que guían al deportista desde el amateurismo hasta la cima de la industria. En nuestros países latinoamericanos predominan los segundos. En cada barrio, cada urbanización, cada academia, suele haber un “profe” que cumple el rol de entrenador, padre y agente.
La relación entre estos entrenadores/agentes y los atletas es jurídicamente compleja, entrelazando múltiples aspectos durante su curso. Cuando el agente interviene una vez que el jugador ya está formado, la situación es más clara: se establece un contrato de mandato y el agente no suele realizar inversiones. Esto contrasta con aquellos agentes/entrenadores que sí invierten tiempo y dinero. Este grupo de agentes/entrenadores desempeña un papel integral en la vida profesional y personal del deportista. Van más allá de negociar contratos, organizan entrenamientos, obtienen patrocinios, gestionan finanzas personales, contratan asesores y brindan apoyo en asuntos familiares. Inicialmente, estos agentes invierten en el atleta, asumiendo gastos desde nutrición y terapias hasta los viajes para competir, estableciendo una dinámica similar a la de un empleador.
¿Hay Relación Laboral entre el agente y atleta?
Si consideramos los elementos de una relación laboral tradicional —prestación de servicio, subordinación y salario—, se podría argumentar que al principio de sus carreras, los atletas están trabajando para el agente. Esto es especialmente evidente en deportes como el béisbol, el boxeo o el fútbol, donde el agente absorbe todos los costos, gestiona los partidos, asume el riesgo financiero, provee instalaciones, paga a otros entrenadores e integra al deportista en una estructura ya establecida. Pero, eventualmente, la situación se transforma. Con la profesionalización y el incremento de ingresos del atleta, la relación puede cambiar drásticamente. El deportista, ahora empoderado por recursos y experiencia, puede comenzar a tomar sus propias decisiones, relegando al agente a seguir instrucciones. En esta nueva fase, surge la cuestión de si el inicial empleador puede convertirse en empleado. Esta posible inversión de roles subraya la naturaleza fluida y adaptable de la relación laboral en el deporte, donde los equilibrios de poder y control se pueden invertir acorde al éxito y la evolución profesional del atleta.